domingo, 9 de agosto de 2009

ERAN LAS TRES DE LA MAÑANA

El escondite de Zeus



Eran las tres de la mañana
y bajo un infinito manto de estrellas,
el noctámbulo zumbido de unas alas de mariposa,
adormecía el calor, profundo, de la noche.

Eran sus pasos, pesadas caídas sobre el asfalto.
La luz tenue de sus párpados
se ceñía rigurosa sobre el silencio.

Eran las tres de la mañana
y la ciudad gestaba un esplendor dormido.
Su temblor, acunaba filosas intenciones
pero el juramento, esta vez, era de sangre.

El rugido implacable de sus membranas
acuciaba el momento.

Como presa taciturna,
caminó hacia el final de calle,
en monólogo inquisidor con los muertos.

Sorteó a su paso, cuerpos de vidas yertas,
vidrios rotos que brillaban como diamantes
entre la sangre derramada por los pájaros del arrabal.

Ansioso, devorado por el éxtasis de su condena,
siguió caminando.

Fueron los sonidos del mar,
poesía para sus dedos distraídos,
que esta vez,
cuando tocaba matar,
murieron.
Magdalena Salamanca (Poema y cuadro)