
Se me ha empañado la vida
queriendo desnudar los ojos
para no ver la realidad;
me encuentro bien
pero no me doy cuenta.
Los demonios que me habitan
albergan la furia de los muertos
que, desde sus tumbas,
claman por mi libertad.
Yo, no sé qué significa eso,
no sé cual ficticia inocencia
atribuyo al despiadado amor
que, sin vergüenza,
coagula su sangre en mis heridas,
y construye su reino en mi piel.
O no, esta vez, aunque no entienda,
desenterraré las ilusiones
que mendigan un pedazo de vida,
teñiré mi cuerpo de maleables riquezas,
forjaré el trabajo a la palabra hoy,
renunciaré al encuentro conmigo misma.
Magdalena Salamanca