jueves, 31 de marzo de 2011

UN FIN DE SEMANA PENSADO PARA TI

VIERNES, 1 DE ABRIL A LAS 21.00 HS.





SÁBADO, 2 DE ABRIL A LAS 23.30 HS.


ALCALÁ DE HENARES CON LA CULTURA GRUPO CERO

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lunes, 14 de marzo de 2011

LOS HIJOS ¿UN REFLEJO DE LOS PADRES?

http://www.extensionuniversitaria.com/num122/p5.htm

Una de las tareas más complejas a las que se enfrentan los padres es la educación de los hijos. Se trata de algo nuevo, distinto a todo lo conocido, una labor para la que no han recibido formación y que nada tiene que ver con haber sido hijos. Este último punto es muy importante, ya que son muchos los padres que de manera “natural” trazan, para la educación de sus hijos, un camino conocido por ellos, es decir, les imponen las mismas acciones que ellos mismos han llevado a cabo en su educación o, por el contrario, evitan para sus hijos las situaciones que ellos mismos sienten haber vivido de manera dramática o impositiva.

El exceso de cariño con los hijos puede ser la manifestación de una reviviscencia y una reproducción del propio narcisismo de los padres, abandonado mucho tiempo atrás. Esta situación tan común, y tan poco beneficiosa, puede provocar en el futuro hombre trastornos que le impidan llevar a cabo, de forma independiente, su vida.

La hiperestimación que se escenifica en la relación filial, donde se atribuyen al niño todas las perfecciones (atribución, en muchos casos, muy alejada de la realidad) hace a los padres ciegos ante los defectos que el niño tiene. Defectos que no son ni malos ni buenos, son cualidades del desarrollo del cachorro humano que ha de transformarse en un hombre o en una mujer, semejante pero diferente a todos los otros hombres y mujeres.

También existe la tendencia, en algunos padres, de negar u obviar para el niño todas las conquistas culturales, atribuyéndose ellos, como progenitores, los logros que los pequeños van adquiriendo en la realidad. Escuchamos frases como: Mi niño es el más listo, Mi hijo es el que mejor juega o Mi pequeño lo hace todo bien. El “mi” que se repite insistente no es otra cosa que una clara manifestación narcisista, donde “yo” es lo más significativo de los logros del hijo. Es decir, el niño es como una prolongación de los padres donde se satisfacen aquellas aspiraciones de la infancia. De esta manera, en muchos casos, hallamos en los defectos de los hijos un fracaso de los padres, fracaso sentido como una gran decepción por los mismos. Esta situación nubla la mirada de los padres, debido a la herida narcisista que se genera. En estos casos, puede ocurrir que el progenitor o los progenitores se alejen de la educación de los hijos, haciendo responsables a los educadores, a los amigos, a otras personas en general, excluyéndose radicalmente de toda responsabilidad, ya que, si se responsabilizan, pueden ver en los errores de sus hijos, sus propios errores, sus propios defectos, es decir, destellos de su propia imperfección, característica innata de los seres humanos, es decir, su cualidad de mortales.

Se atribuye, en todos los casos, a los niños una vida más fácil que a los padres, cosa que es sencilla de observar desde el conocimiento y desarrollo adulto. Tienen herramientas de las cuales nada sabe el infantil sujeto y, por tanto, al no tener acceso a dicho conocimiento y desarrollo, no puede ser puesto en acto. Es decir, ser un adulto tiene sus complejidades pero también, un adulto tiene habilidades que los niños desconocen a la hora de abordar su vida.

A pesar de la ausencia de preocupaciones, tales como la enfermedad, la muerte, la renuncia, el placer y la limitación de la propia voluntad por las leyes de la naturaleza o por la sociedad misma, el niño no vive ajeno a dichas complejidades, son muchas las situaciones que se le presentan como nuevas y que tiene que aprender a manejar.

A la nueva realidad que se le impone constantemente al niño, tanto exterior como interiormente, le añadimos la imposición de los progenitores de realizar los deseos incumplidos por ellos mismos, por ejemplo, la exigencia de que se convierta en un gran hombre, en el héroe que el padre no llegó a ser o, en el caso de la mujer, de conseguir un hombre para su vida que se asemeje a un príncipe (deseos ambos, de todo hombre y toda mujer). Lo único que se persigue con tal actitud de los padres es la de ser, de alguna manera, inmortales en los logros de sus hijos, pero ¿hasta qué punto esta situación con los hijos no es sino una actitud egoísta? Egoísmo donde lo importante no es permitir y transmitir una educación a los hijos que les haga independientes y posibilite su desarrollo más allá de la existencia de sus padres, sino una actitud narcisista que incremente la falsa estimación del yo de los padres, negando así su propia mortalidad y haciéndoles creer a sus hijos que ellos son perfectos, creencia que, claramente, perjudica la evolución y desarrollo del niño que, tarde o temprano, habrá de relacionarse con una sociedad restrictiva, civilizadora.

El amor de los padres, en ocasiones tan conmovedor pero tan infantil, en el fondo, no es sino una resurrección del narcisismo de los padres, que se pone de manifiesto, de forma egoísta, en el amor puesto sobre los hijos.

Una vez que el niño nace, la función de los padres es procurarle alimentos y cuidados, los necesarios para su crecimiento, lo cual implica una educación a su medida, no a la media de los progenitores. Una vez satisfechas las necesidades básicas de los hijos, han de ser entregados al mundo, para que hagan su propio camino.

Magdalena Salamanca

domingo, 6 de marzo de 2011

¿QUÉ SOMOS LOS UNOS PARA LOS OTROS?



Cada uno de los seres humanos somos para los otros seres humanos como cuerpos extraños. Al encontrarnos no podemos otra cosa que producir reacciones sensibles y, siempre, descontroladas, algo así como las viejas reacciones antígeno anticuerpo o semejante.

El cáncer, el Sida, las enfermedades del colágeno, el infarto de miocardio (la mayoría de las veces) así lo demuestran.

La enfermedad, la más grave patología de este siglo sería entonces que no aguantamos a nadie.

DIGAMOS QUE HOY DÍA NADIE SOPORTA A NADIE COMO UN SEMEJANTE.